Conocí a Jaime un miembro de la comunidad LGTB hace muchos años, en Juana Sánchez , una comunidad alfarera sobre el Magdalena, creo que esta comunidad de excelsos artesanos del barro, todavía no esta en el mapa de Colombia, pero en el mio es fundamental. Allí conocí torneros expertos, de gran destreza que por su nivel me recordaban a Stefano Cipolla mi maestro de torno en Firenze (Italia) que ya me había conmovido hasta el punto de comprender hasta donde tenía yo que evolucionar en el conocimiento del oficio. Jaime, hombre tierno y amoroso, alfarero experto en tinajas me invitó a su choza para compartir un día de aprendizaje con él; en principio, yo pensaba que yo le iba a enseñar algo (yo era el capacitador), pero luego comprendí que había llegado a aprender .
Jaime estaba levantando tinajas con el procedimiento del rollo de alfarero, me decía que la que hacía (80 cm de altura) era pequeña, que en ocasiones había hecho tinajas de hasta 1.50 metros, pero lo que me sorprendía no era su tamaño, lo realmente sorprendente era su precisión y su velocidad, a su alrededor no había metro o compás o reglas o plomadas, las herramientas eran rudimentarias una madera, sus manos, si acaso una pequeña "mecha" de trapo y el resultado era sorprendente, preciso, casi perfecto, era posible medirse, era evidente su simetría y su forma magistral y esbelta se dibujaba en el espacio como un nuevo ser.
De Jaime aprendí la paciencia, en Jaime comprendí la entrega al material y la sumisión a él y el respeto, pero también comprendí sus extraordinarias posibilidades plásticas, formales y expresivas.
Creo que estos árboles imaginados son un pequeño reconocimiento a Jaime y a todos los alfareros anónimos del mundo, a la memoria de aquellos que ya existieron y que nos han mostrado el camino del oficio y el manejo de los materiales.
Supe que el OFICIO importa, supe también que no era lo fundamental, pero que teniéndolo; las posibilidades expresivas eran mayores.
Vereda El Cerro; El Carmen, 12 de mayo del año 2013.
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