miércoles, 24 de julio de 2019

Tempora Lucis en Juana Sanchez


Tempus Lucis

Juana Sánchez, Rio Magdalena.

 Junio del año 2019.
Residencia de artistas.




Elisabeth, "la vieja Licho"

La Tinaja como centro conceptual del trabajo.
El rollo tinajero, la libertad creadora.




Vista de Juana Sanchez.






Taller de Elisabeth.



 Vista posterior de La Casa de la Vieja Licho y el taller.







Preparando el barro.


La cerámica ancestral está viva en el mollòn, en la Cayana, en la Olla de cocina, en la Tinaja, objetos que todavía habitan las manos de “guerreras” que viven lejos de nuestra cotidianidad ciudadana. En la Chamba, en San Sebastián, en Juana Sánchez, en cada rincón de nuestro país donde todavía se amasa el barro, allí está la fuerza vital de la vasija.

El rollo tinajero es liberador en todas sus variables, en su acontecer nos invita a comprender el alma escondida de la forma que se alimenta del vacío.

Para comprender la vasija es necesario conocer aquellas técnicas ancestrales usadas para su hechura.
Estoy seguro que nuestro acercamiento a estos saberes puede cambiar el trabajo de cada uno inmediatamente.
Conocer estas fuerzas ancestrales dará poder a nuestras búsquedas de innovación y modernidad.



La Bombachita, quema de fuego abierto.



Armando la Bombachita.



Cargando la leña.





El horno de fuego abierto.











Las piezas están listas.

Juana Sánchez es una población que pertenece al municipio del Hatillo de Loba, en el departamento de Bolívar, muy cerca del Banco, Magdalena. Situado en el brazo de Loba, opuesto a aquel de Mompox sobre el río Magdalena donde se encuentra esta famosa población colonial.
Su nombre tiene la memoria de una mujer llamada Juana Sánchez, quien era una hacendada, dueña de tierras, de redes, de canoas y de herramientas, para la cual muchos nativos trabajaron durante muchos años. Aquellos habitantes, descendientes de los Chimilas, pueblo Anfibio, como nos relata Don Julio Gil, abogado e historiador de la zona, se quedaron en aquella comarca que se convirtió en pueblo pesquero, minero, pero sobre todo en un pueblo alfarero.

En ese bajo Magdalena hay múltiples arcillas, como es natural en todos los ríos Colombianos, arcillas sedimentarias, generalmente ferruginosas y en ocasiones muy plásticas.



Tiempo para el descanso.




Imagen cotidiana.


Compañeros de trabajo.


Todos reunidos como una familia.



Observando a Licho y aprendiendo de ella.



Nos convertimos en Juana Sancheras.



Reunidos en taller.



Los niños que eran nuestra compañía trabajaron con nosotros.



Zona urbana. 



La tarea completa para los hornos.




Tareas seleccionadas para este horno.



Cargando el horno.


Había contado en un blog anterior (ver blog sobre La Chamba y Juana Sánchez) que después de 23 años se cumplió mi sueño de compartir a todos los artistas amantes de la cerámica la riqueza del hacer tinajero que todavía vive en aquella población ribereña. Allí encontramos hoy, un grupo de mujeres que conservan la tradición de realizar tinajas, pero este, no es cualquier asunto.
 Hacer tinajas tiene un poder inherente a ese modo de hacer, una manera de construir el espacio con una fluidez nada común a través del rollo tinajero. Recuerdo a Jaime Benítez realizando tinajas de 1.50 metros a las cuales les daba la vuelta, mientras construía, extendía o pulía sus paredes.
Sería importante que todo aquel que trabaja cerámica con el rollo común, establecido en   los talleres de ciudad pueda aprender de una maestra de tinajas, el conocer esta tecnica, le daría una libertad creativa inusitada.

Yo escribía en Juana Sánchez:

“Hemos trabajado el rollo tinajero, el rollo liberador de la forma. Procedimiento ancestral donde acontece el Hacer – Crear a través del oficio”.




Olga con la Licho.


A través de Puente Consultorías y bajo el esquema de residencias llamadas Al Borde, llegamos a Juana Sánchez por segunda vez este año con la idea clara de compartir esta experiencia con un grupo de artistas y creadores procedentes de múltiples lugares.

Maria Antonia Betancur.
Patricia Silva.
Natalia Abdala.
Giovanni Acevedo.
Jessica Rios.
Juan David Henao.
Ana Maria Jimenez.
Maria Cano.
Gloria del Pilar Garzon.
Marcelina Salazar.
Estefany Marin,

 Olga, nuestra jefe de  todo  y  yo mismo,
 haciendo de guía para soñar nuevas maneras de “crear la vida”.

Nos fuimos todos en un viaje "de aprender" bajo la dirección de Elisabeth, “la vieja licho”, como le conocemos. Ella nos enseñó con todo el cariño y con toda la firmeza.
 Durante las mañanas el grupo debía aprender la tecnica de aquel famoso rollo. El primer timbo de Tinaja que   yo deseaba levantar tuvo el firme freno de Elisabeth: “ese hay que repetirlo”, me expresó y me mostró a su manera...  tenía razón…aquel era el camino correcto, había que encontrar el ritmo de los dedos girando el rollo con la mano derecha y la palma de la mano izquierda apoyando aquella presión delicada para encontrar el espesor de la pieza. Y así lo hizo con cada uno, revisaba, metía sus manos, desbarataba, en fin, cada mañana durante 5 días encontrando el ritmo y la posición adecuada de los dedos. Muchos niños y algunos adultos acompañaban el particular acercamiento de aquellos visitantes a lo que parecía para los lugareños “cosa común”…hacer tinajas, pero extrañados comenzaron a interesarse por aquellas propuestas que hacíamos, las emulaban o  les hacían variables, pero sobre todo, con su alegría hacían sagrado aquel lugar.

Poco a poco el objetivo llegó al clima deseado, Elisabeth tomaba nuestras herramientas, nosotros comenzábamos a formar con aquel rollo volador y extasiados parecía que no deseábamos ni comer. Las tinajeras y los alfareros del torno aceptaban nuevas ideas, nuevas formas para mejorar su producción…se había concertado un dialogo de saberes que incluía en su centro a la arcilla y por supuesto a la tinaja.






Pero ese pueblo donde antiguamente habían muchos pescadores (ahora el magdalena sufre los desmanes del desarrollo minero, la ganadería intensiva, la deforestación y la manipulación de sus aguas para la producción de energía), ahora no tiene casi nada que pescar, sin embargo, todavía está lleno de vida, de danza, de historias, de exquisiteces en su alimentación: el suero, sus quesos, sus bollos de yuca y maíz, sus exóticas frutas, entre muchas otras delicadezas. Así pues, mientras trabajábamos, Keyli la nieta de Elisabeth nos deleitaba con los cantos de tambora que se perdían en nuestro imaginario a manera de múcuras, de mollones o de ollas de cocina.



En el Juana Sánchez de hoy sobrevive ese amoroso grupo de mujeres todas mayores de 60 años que conservan la tradición, con algunas de ellas, trabajamos, aprendimos y compartimos durante las tardes:

Elisabeth Pérez Garzón.
Temilda Molina Hernández.
Celia Molina Hernández.
María de los santos Aislanth Rodríguez.
Y Hortensia Benítez

Todo el grupo se repartía en aquellas tardes de abrasante sol   y buscaba ayudar o ser ayudado en sus respectivos aprendizajes, entonces, compartimos con algunos de los torneros, tradición que llego luego de los años 50s a través de la familia Poveda.
 Las cosas no han ido bien para ellos tampoco, en los últimos años, la diversidad de piezas que yo conocí en los años 80s, ya no existe y la situación de los mercados les ha abocado a la producción de cucharas para la minería. Ellos son:

Jorge Jiménez Hernández
Alonso Poveda Villafañe
Eder laguna Aislanth
Edwin Poveda Martínez
Andrés Jiménez Hernández.




Jorge Jimenes y su taller.






Trabajando con  Alonso Poveda.

Con algunos de ellos hicimos pequeños ejemplos de nuevas ideas de producción. Trabajar en sus tornos de patada será inolvidable para todos y fue especialmente grato trabajar con Jorge Jiménez quien nos ayudó con toda generosidad para las quemas en su horno semi cerrado, en la Bombachita o quema pequeña de fuego abierto que hicimos bajo la dirección de la vieja licho y luego en el envío de las piezas a las respectivas ciudades.
Con Jorge y Alonso Poveda trabajamos y reflexionamos sobre la posibilidad de nuevas ideas en su producción de torno, con ellos y con un grupo aun mayor aparte de los ya mencionados, hicimos un pequeño taller de acabados, el cual, por supuesto incluía las arcillas locales.
El primer día, cuando ya todos estábamos reunidos por fin, hicimos una visita de campo en compañía de Juan Diego, un joven artista del pueblo, a los distintos lugares de mina, fueron múltiples las arcillas observadas de las cuales recopilamos algunas para la preparación de engobes a manera de terras sigillatas.

Cada uno de nosotros tuvo intereses particulares basados en la tecnica que aprendimos e hicimos piezas sencillas las cuales decoramos con los colores ya preparados.  Cinco días antes habíamos hecho con el grupo y con todos los alfareros del pueblo un taller de pinceles de crin de caballo que teníamos seleccionada y lavada para todos. Los pinceles fueron engastados en una especie de chusque que yo había llevado y que cuido aquí en Providencia como un tesoro para el trabajo, el cual, tiene la gracia de ser extremadamente liviano. La crin, la tomamos de El Rucio, un amable caballo que nos había donado su melena, la cual alcanzó para todos.





El Rusio y su melena cortada.

Las piezas debían ser quemadas en dos tipos de horno: el horno tradicional de tiro ascendente que en su parte superior se tapa con pedazos de teja o placas de arcilla refractaria, el cual subió en unas tres horas a 900º centígrados y luego, hicimos un horno tradicional para quemar las tinajas, horno que ya hace tiempo no se usa, pero que evidentemente funciona de manera idónea. Este horno nos cuenta Licho, se armaba en la vía principal del pueblo y  en él se quemaban hasta 50 tinajas dispuestas en línea recta, unas detrás de otras, esto quiere decir que el horno podría tener más de 15 metros de largo por 1.50 metros de ancho. Su nombre tradicional cuando es grande es Bombacha, nosotros hicimos una Bombachita, es decir un horno pequeño.

Este horno se parece a todas las quemas que hemos denominado “Quemas de fuego abierto”, aunque tiene variaciones en la disposición de las piezas por supuesto, y finalmente en el orden de la leña.




Preparando la despedida, gracias siempre
 a las maestras Juana Sancheras.







"Despedida".


En Juana Sánchez a todos nos quedó la sensación de haber vivido un sueño, aquello parecía un mundo paralelo donde no solo aprendimos de las maestras, de la arcilla, sino además, la vida se nos reveló de un modo tan sencillo y profundo que TODOS quedamos enganchados para siempre con aquel modo de vida, con su gente, con su música y con la tinaja.




Estefany y la vieja Licho.

Agradecemos las fotografías de todos los participantes, especialmente de Estefany, quien próximamente nos hará participes de un documento visual de la experiencia.

Todos agradecemos la acogida expresada en brazos abiertos 
de toda la gente de Juana Sanchez.

y yo agradezco al grupo de artistas por sus enseñanzas ,su entrega, amor
 y capacidad de disfrute.

A Licho, a  Olga
un abrazo siempre.



24 de julio del año 2019.
Reserva Natural Providencia, Guatape.