miércoles, 24 de febrero de 2016

Curaumilla, Workshop 2016







Curaumilla es una punta sobre el pacifico Chileno cuya belleza es difícil de imaginar.
Este misterioso lugar es vecino de una ciudad encantada llena de recovecos que propician un viaje en el imaginario de quien la visite, Valparaíso.




En Valparaiso encontramos  una arquitectura particular de entramados de madera y  adobe sin cocer  
revestido de laminas de Zinc con ventaneria y puertas de madera.   




Mi viaje comenzó con  mi primer encuentro personal con las famosas 
 "Venus de Valdivia" en el Museo de Arte Precolombino donde están expresadas 
la mayoría de las culturas precolombinas con ausencia
 muy sentida de las nuestras (Colombia).


Y es en Curaumilla donde se abre una puerta a la imaginación creadora latinoamericana a través del Centro de Arte que lleva este nombre geográfico. Allí estuve recientemente como artista invitado para degustar enseñanzas que transformaron mi manera de percibir la cerámica.  Aunque quizás podría decir afianzaron mi manera particular de sentir y de amar la cerámica y la vida. 

Wabi – Sabi fueron dos palabras casi mágicas que rodearon aquel encuentro con artistas 
de otros lugares del mundo.



Este maravilloso espacio (edificio central del Centro de Arte Curaumillla) diseñado por el 
arquitecto chileno Felipe Saez, se incorpora al espacio de manera magistral





Allí aprendí lo contrario a muchos de mis aprendizajes anteriores y puedo decir que aunque fui invitado como artista, realmente fui un alumno como todos los demás, ensimismados con los PEQUEÑOS-GRANDES APRENDIZAJES.
Doug Cassebeer, Kent Mac Laughlin, Suse Linsay  y Marilu Pelusa Rosenthal fueron  los maestros que propiciaron este viaje a los esmaltes Shinos, desarrollados en el siglo XVII en Japón  que llegan a nuestros días como una opción creativa de alto nivel expresivo con una fuerte dosis del sentir y el hacer Wabi – Sabi.










El concepto Wabi – Sabi nos abre una perspectiva de la belleza conectada con la memoria viva del Japón. Este término ha estado  también con nosotros de infinitas maneras desde nuestros antepasados indígenas y se nos presenta de múltiples formas…todo aquello impermanente, quizás incompleto, fugaz, asimétrico, áspero, sencillo, ingenuo, modesto, intimo, materico, quizás aleatorio, siempre natural, esto  es Wabi – Sabi; el concepto deja ver el proceso, nos seduce con los materiales y los deja existir como son o se presentan, el error puede ser una oportunidad para esa belleza no buscada, pero si encontrada a través de la atención constante. El creativo es activo constantemente y es permeable a lo no planeado.






Doug Cassebeer, 



Kent Mac Laughlin, 



   Marilu Pelusa Rosenthal 


Suse Linsay






 Pero no solo nos maravillamos con aquellos esmaltes sino también con los secretos del torneado de expertos como Doug y Kent, maestros que dedican gran parte de su tiempo a crear sobre este juguete mágico que posibilita soñar en el objeto sin límites.
Todas las quemas (tres) fueron realizadas en dos tipos de horno, siempre con reducciones muy fuertes y extensas, un horno donde fue posible mezclar la madera con la combustión de full oil y otro de solo madera, ambos con quemas a 1300º c, si recuerdo bien, la quema de leña duro casi treinta horas, en las cuales todos los alumnos hacíamos turnos de cuatro horas en grupos de tres; una experiencia inolvidable, a continuación veremos algunos objetos que salieron de aquella memorable quema.




Este es el resultado de una de las quemas.




Cada uno soñó con sus pequeñas piezas, 
estas son algunas de las mías.


Curaumilla es casi un misterio…un safari en carpas individuales repartidas entre el bosque con todas las comodidades, con una vista al pacifico que te llena de asombro… comidas creativas y deliciosas que surgen de una cocina encantada sazonada de amor por tres jóvenes artistas del arte culinario…allí te sientes literalmente soñando.





Cada uno en su carpa a manera de safari con todas las comodidades
 y algunas no imaginadas...como la alimentación.



La vista desde mi carpa al amanecer. 

Y el taller de Pelusa con miles de juguetes para crear y trabajar…y no tener ninguna disculpa para trabajar y crear y crear, como una obligación encantadora.



Pero entre el trabajo y la contemplación del paisaje, entre el compartir enriquecedor con los compañeros de múltiples culturas y el disfrute de aquellos manjares el tiempo paso y simplemente quedamos con GANAS de volver.



Yo pude realizar uno de mis Arboles – Vasija que siempre había querido hacer en otro tamaño y allí está dentro del horno ya quemado, pero esperando a ser rescatado por
Andrés y Pelusa que ahora están de viaje.



Realizando las ramas del árbol vasija que será quemado a 1300 grados 
en monococcion con esmaltes shinos.


















Por ultimo tengo la obligación de decir que hay que ir a Curaumilla,
 allí descubriremos que la cerámica es mucho más de lo que imaginamos.













































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